Cuando reseñé «La voz de las espadas«, el primer volumen de esta saga, ya dije que me parecía no sólo una novela muy bien construida y escrita, sino, también, una novela sorprendente y rompedora en la que Abercrombie se permitía el lujo de aprovechar los esquemas tradicionales del género para darles la vuelta como un calcetín, y esta segunda parte confirma esa sensación.

Por un lado, tenemos el viaje, un grupo de «héroes» guiados por Bayaz, el primero de los magos, debe dirigirse al confín del mundo en busca de la Semilla (lo del confín del mundo tiene un matiz muy literal en este caso, parece imposible que se pueda ir más lejos) se trata de un viaje eterno tanto literal como metaforicamente ya que homenajea (como por ejemplo con el episodio las ruinas de Aulcus, evidente referencia al cruce de las minas de Moria en «La comunidad del Anillo») y a mi entender también parodia el viaje del héroe (o sea, un viaje sin demasiado sentido, ni esperanza, basado en la inexplicable elección del Destino), es decir, la esencia misma de la fantasía épica clásica. Es un viaje largo y poco interesante, aderezado con algunos combates narrados de manera magistral y que resulta frustrante tanto para los personajes, que no lo disimulan, como para los propios lectores. No es raro que te preguntes: Todo esto ¿para qué?

Al margen del viaje, los acontecimientos siguen desarrollándose, y  no parece que para bien, la Unión tiene problemas tanto al norte, como al sur. En este último escenario tenemos al Supremo Gotka, que a primera vista, y como personaje, esta un poco fuera de su ambiente, pero con el paso de los capítulos, a medida que vas descubriendo el cenagal de traiciones en el que se ha convertido la urbe, creo que encaja perfectamente, ya que como defensor de una ciudad amenazada por el enemigo sin esperanzas de sobrevivir, combinado con la traición que le rodea, permite confrontar al cínico inquisidor que es y al idealista soldado que fue.

Por último, aparentemente, con esta novela, la saga baja un tanto de nivel, sin embargo, creo que Abercrombie en realidad está enseñando sus cartas de manera un tanto disimulada, te está dando pistas sobre lo que va a ocurrir y diciéndote, una y otra vez, no te confíes, no asumas que va a pasar lo mismo de siempre, pero, a la vez, facilitando los datos relevantes con cuentagotas y sin llamar la atención sobre ellos de manera que solamente cuando llegues al final comprendas lo que siempre ha estado delante de ti.