Muchas veces he dicho que la fantasía épica pasó por una fase de claro anquilosamiento durante la década de los 80 y 90, los esquemas se repetían sin apenas novedades y, más allá de las diferencias entre un universo y otro, los personajes, e incluso los acontecimientos eran intercambiables, realmente, podías coger un personaje de la novela A introducirlo en la novela B y observar como encaja completamente al punto de que puede tomar las mismas decisiones que en su novela de origen sin que chirríe. Es también la época del auge de los juegos de rol (según los medios de comunicación de los 90 el origen de todos los males de la juventud, como ahora el móvil, vamos) y el surgimiento de empresas que cuentan con equipos creativos encargados de diseñar universos en los que ambientar cientos de novelas escritas de forma individual o colectiva por sus docenas de escritores en nómina. Algunos de esos universos todavía tienen continuidad hoy día, el más conocido sean probablemente, «Reinos Olvidados» o «Warhammer», y han dado a la imprenta una cantidad ingente de novelas que sólo pueden ser calificadas como «sacacuartos».
Sin embargo, junto a esas novelas repetitivas, intrascendentes y que sólo tienen por objeto tu cartera, han aportado novelas que, a pesar de no innovar, tienen una gran calidad. Uno de los ejemplos más señalados (junto con las novelas del elfo oscuro de R. A. Salvatore, dentro de los «Reinos Olvidados», es precisamente «El retorno de los dragones» la novela con la que se inicia la saga (y el universo) de las «Crónicas de la Dragonlance». En esta novela Weis y Hickman, no innovan demasiado (por no decir nada) pero logran construir una historia interesante que emociona, entretiene y engancha. Básicamente, toman los principios básicos de la fantasía épica (además de los juegos de rol) y los pulen llevándolos a una de sus mejores expresiones.
A pesar de esa falta de innovación, debo resaltar el trabajo realizado con el wordbuilding, que es realmente excelente, no sólo por lo que aporta a la novela, como, sobre todo, por la guía que supone para cualquier escritor novel del género, por ejemplo con el uso del Cataclismo (en sentido literal y metaliterario), un acontecimiento del pasado que afecta y modifica los comportamientos de todo el mundo en el presente al punto de que determina, no sólo la estructura física y política del mundo, sino las decisiones que van a tomar cada uno de los personajes. En este sentido recomiendo encarecidamente que si vas a comprar un ejemplar intentes hacerte con la versión para coleccionista, las notas a pie de página son interesantes, útiles y clarificadoras (y en algunos casos hilarantes, por ejemplo la referida, en un libro posterior de la saga, a la iluminación del Monte Noimporta).
Por otro lado debo señalar que los personajes son marcadamente arquetípicos, tendencia habitual en la época exacerbada, en este caso, por la influencia de los juegos de rol, sin embargo, desde el primer momento les dejan margen para la evolución, en parte gracias a que la historia en sí empieza cinco años antes de lo narrado en el libro, cuando el grupo de amigos se separó con la promesa de reunirse a los cinco años, lo que da profundidad a los personajes y a su relación desde el primer momento, salvo un par de incorporaciones al grupo, los personajes se conocen de mucho tiempo atrás, lo que implica simpatías y antipatías marcadas desde el primer momento, además de habituales referencias a hechos del pasado, tanto del común, como de lo ocurrido mientras estuvieron separados.
En resumen una novela muy recomendable para quienes se inicien en el mundo de la fantasía épica, pero también para acercarse a ella con ojos de escritor y aprender nociones básicas, y útiles, para quienes deseen cultivar el género.
Como de costumbre podéis seguir a Weis y Hickman en Twitter.