Cualquiera que visite este blog sabrá que soy fan declarado de la nueva fantasía, la corriente que ha supuesto la, más que necesaria, renovación del género y uno de los autores que con más fuerza han pegado en esta corriente es, sin duda, Joe Abercrombie, cuya obra de debut ya reseñé anteriormente, su poderosa narrativa, la oscuridad de sus tramas, y la insospechada profundidad de sus personajes le convierten en un auténtico maestro del género.
Con esos antecedentes puedes imaginarte la sorpresa con la que recibí la noticia de que había decidido incursionar en el aspecto más juvenil de la fantasía, no porque considere que es un género menor, ya he dicho en este blog que Percy Jackson es uno de mis placeres culpables, sino porque no era fácil adaptar su estilo al nuevo público y seguir conservando las esencias, acertar con la dosis justa de complejidad y oscuridad como para que fuese interesante para lectores menos curtidos y siguiese siendo puro Abercrombie.
Sin embargo, decidí darle una oportunidad, y no me arrepiento. Obviamente la historia es mucho más sencilla y los personajes no se desarrollan tanto (hubo momentos en los que, con gusto, le habría dado una colleja a Yarvi, el protagonista, para que espabilase), pero aún así la esencia se percibe, el mundo que se nos presenta es rico e interesante, además de contar con aspectos originales como el intercambio de los típicos papeles correspondientes a dioses y diosas, por ejemplo hay un dios de la paz y una diosa de la guerra, así mismo la trama, aunque no tiene tantas sorpresas como «La primera ley» demuestra un profundo conocimiento de la psicología de los personajes, cada decisión que toman está perfectamente justificada por su comportamiento anterior.
En resumen, estamos ante una novela destinada a un público eminentemente juvenil que es muy posible que a los lectores de «La primera ley» les sepa a poco pero, aun así, es una novela muy recomendable que se lee con interés y verdadero placer, yo, desde luego, la recomiendo.
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