«La eternidad terminó hace diez años» con esta frase termina Brandon Sanderson, el prólogo de su mágnifica novela de debut «Elantris» y, convendrán conmigo, que es dificil encontrar una frase más redonda, más potente para dar paso al inicio de una novela.
Publicada hace una década, supuso la irrupción en el, un tanto anquilosado, panorama de la fantasía épica de un joven autor que estaba llamado a revolucionar los cánones del género yendo, mucho más allá de los limites que había establecido Tolkien y que la mayoría de los autores habían interiorizado hasta el punto de que, más allá de algunas diferencias de ambientación, la trama de muchas de las novelas era, básicamente, intercambiable. Un joven héroe, a ser posible de baja extracción social, llamado a cumplir un gran destino comienza un viaje, guiado por un anciano y sabio mentor, para enfrentarse a la encarnación de un mal absoluto, a ser posible porque lo establece una profecía. Por supuesto, eso no implica, ni mucho menos, que las novelas que se acogían a ese esquema fuesen malas, sin ir más lejos, las crónicas de Belgarath, que lo siguen al pie de la letra, son sencillamente deliciosas, pero el esquema estaba empezando a mostrar claros signos de agotamiento.
Sanderson nos propone un esquema totalmente distinto, el príncipe Raoden, el protagonista, es víctima de la Shaod, otrora bendición de Elantris y ahora convertida en una maldición que destruye los cuerpos, y las mentes, de las personas que la padecen. Raoden tenía un destino, en tanto que heredero del trono de Arelon, sin embargo, la Shaod le priva de todo eso, le convierte en uno más de los apestados que son encerrados en Elantris a la espera de que la locura, y con suerte la muerte, los alcance. No existe un mentor, si bien Galladon parece llamado a hacer esa función en los primeros capítulos en realidad es más un guía, si se quiere turístico, que enseña a Raoden como puede moverse por la ciudad, pero no goza de ese aire de haber visto lo que hay más allá del futuro o tener todas las respuestas, como sería el caso del mentor más tradicional, véase Gandalf.
La propia estructura de la novela también se aleja del canon, desde el primer momento nos encontramos con tres tramas diferenciadas, si bien tienen conectan en varios puntos. Por un lado, la vida de Raoden dentro de Elantris, que nos muestra ese mundo sin esperanza y como el príncipe trata de sobreponerse a su nueva condición, básicamente viene a decir que puede que les rodee la porquería, pero que no tienen por qué revolcarse en ella. La segunda trama es la de la princesa Sarene, prometida del príncipe Raoden y que llega a Arelon, proveniente de su país natal, justo a tiempo para enterarse de que el hombre con el que se iba a casar «ha fallecido». Sarene nos muestra la vida en Arelon y en la corte y, sobre todo, como afrontan la nueva realidad de Elantris. Por último Hrathen representante del Imperio de Jaddeth, el enemigo exterior, fanático y totalitario que quiere anexionar Arelon de grado o por la fuerza. Él representa el mal absoluto, probablemente la única concesión aparente que hace Sanderson al canon.
Otra de las aportaciones del autor es la ubicación temporal del Reod, la catástrofe que acabo con la Elantris luminosa, el hogar de los dioses, y la convirtió en el sitio maldito que es en el momento de los hechos. Los diez años que han pasado implica que la época dorada de Elantris está demasiado cerca para haberse convertido en un pasado mítico, pero al mismo tiempo es tiempo más que suficiente para que la gente pierda la esperanza del retorno de los buenos tiempos y comience a adaptarse a la nueva realidad, con todo lo que eso implica.
En resumen, Elantris es una de las mejores novelas de debut en muchos años (*cof hasta «La voluntad de Larienel *cof) una novela en la que la tensión y el interés son permanentes, cuyos personajes caminan de manera constante por el borde del precipicio y que sin embargo destila ironía a cada paso. Una novela que se disfruta, que se lee con voracidad, en la que la emoción no decae en ningún momento. Una obra que no deben dejar escapar.
Y era su debut, desde entonces no ha hecho más que mejorar.
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